




El apóstol Pablo, en el capítulo 2 de Romanos, se dirige a su propio pueblo con amor e intencionalidad, los invita a ir más allá del mero conocimiento de la ley para encarnarla en una vida de piedad a través de actos de amor, santidad y compasión por el prójimo.
Lo que menciona Pablo no se limita a su contexto histórico; antes bien, también aplica para los cristianos hoy en día. Desafía a aquellos que, a pesar de su conocimiento de la Biblia, carecen de una comprensión profunda en su corazón, como los fariseos que conocían la ley, pero no vivieron según su esencia.
La esencia del mensaje de Pablo reside en el peligro de juzgar sin amor. El juicio sin amor nos ciega ante nuestros propios pecados, revelando un corazón endurecido. Este comportamiento no solo daña a otros, sino que refleja la insensibilidad de los fariseos, quienes, a pesar de tener la ley, pasaron por alto la centralidad de Dios en sus vidas.
Cuando nos centramos en las faltas de los demás sin ser conscientes de nosotros mismos, pecamos y nos convertimos en piedras de tropiezo en lugar de fuentes de consuelo para nuestros hermanos y hermanas.
El verdadero amor, ejemplificado por el amor de Dios al enviar al mundo a Jesucristo, requiere humildad, autovaciarse, por amor al otro. Al reconocer la justicia de Dios y su amor incondicional, debemos reflexionar sobre nuestras acciones. Meditar en el amor entregado de Jesús en la cruz nos permite extender amor genuino al prójimo.
Dios es perdonador en su gran amor; más sin embargo, esto no justifica que nosotros abusemos de ello, usándolo como licencia para pecar. En cambio, comprender estos atributos de bondad, debería inspirarnos en la obediencia y santidad, para llegar a ser su reflejo hacia los demás.
En conclusión, la exhortación de Pablo es eterna. Nos advierte a no parecernos a los fariseos o a cualquiera que carezca de la esencia del Padre, teniendo un temor genuino hacia su persona. La salvación está a nuestro alcance, lo que nos debe llevar a dejar vidas de pecado. Seamos parte del Israel espiritual que espera ansiosamente la segunda venida de Jesús, viviendo en arrepentimiento y comunión con el Espíritu Santo, aspirando a ser presentados irreprensibles ante el Señor.
Escrito por: Iris Correa / Editado por: Diego Montoya