Servicio Dominical en la Iglesia Emanuel de Bogotá, Colombia: “Los Beneficios de Humillarnos Ante Dios”

El 10 de noviembre de 2024, la Iglesia Emanuel de Bogotá celebró su servicio dominical, lleno del amor y la fidelidad de nuestro buen Dios. El sermón estuvo a cargo de la líder Keyla Moreno, quien basó su enseñanza en Isaías 38-1-8, bajo el título “Los Beneficios de Humillarnos Ante Dios”

  1. Ezequías: Un Hombre al Borde de la Muerte

Comencemos con la historia de Ezequías. Este hombre de Dios se encontraba en una situación de extrema desesperación. Había recibido un mensaje de parte del profeta Isaías, quien le anunció que su vida llegaba a su fin: «Pon en orden tu casa, porque vas a morir». Ezequías, al escuchar esta palabra, no se resignó ni aceptó pasivamente lo que parecía inevitable. En lugar de rendirse, se humilló ante Dios, oró con fervor y clamó por misericordia. Dios escuchó su oración y, en su infinita gracia, le concedió 15 años más de vida.

Lo que podemos aprender de Ezequías es que, cuando nos enfrentamos a situaciones límite, cuando todo parece perdido, Dios no está ausente. Él tiene el control de nuestra vida, y aunque el mundo caído solo nos muestre calamidades y sufrimiento, en Cristo ya no estamos bajo el dominio de esas circunstancias. Dios usa incluso nuestras pruebas para glorificarse y manifestar Su grandeza. Si estamos en Cristo, no estamos bajo el control de la desesperanza ni de la muerte, sino que tenemos una esperanza viva que trasciende todo.

  1. La Humildad que Abre el Corazón de Dios

La historia de Ezequías nos enseña la importancia de humillarnos ante Dios. Cuando nos enfrentamos a la adversidad, no debemos conformarnos con lo que el mundo nos dice. Debemos aprender a acercarnos a Dios en oración, como Ezequías, con un corazón humilde y confiado. Dios escucha nuestro clamor. La oración de Ezequías fue un reflejo de una vida rendida ante el poder y la soberanía de Dios. Dios responde a la humildad y al clamor sincero de Su pueblo.

Esto también lo vemos en la historia de Ana. Esta mujer, angustiada por no poder tener hijos, nos da un ejemplo de lo que significa confiar en Dios en medio de la desesperación. Ana no permitió que sus circunstancias definieran su futuro. A pesar de su dolor, ella hizo una promesa a Dios: «Si me das un hijo, lo dedicaré a Ti para toda su vida». Ana no se rindió ni se quedó atrapada en la tristeza, sino que se humilló ante el Señor, y Dios escuchó su oración. Ella nos muestra que la oración no solo debe ser un clamor por una respuesta inmediata, sino también una promesa de fe que reafirma nuestra confianza en el Señor, esperando pacientemente su respuesta en su tiempo perfecto.

Al aprender de Ezequías y Ana, llegamos a una verdad fundamental: Dios siempre responde a la humildad. Jesucristo mismo nos enseñó que aquellos que se humillan serán exaltados. La humildad ante Dios no es un acto de sumisión sin esperanza, sino una declaración de confianza en Su fidelidad. Cuando nos humillamos ante Él, no solo recibimos respuestas inmediatas, sino que también recibimos la promesa de Su presencia eterna.

En la cruz, Cristo llevó nuestra carga, nuestras enfermedades, y nuestra condena. La gracia de Dios nos sostiene, y por la fe en Jesús, tenemos vida eterna. Reconocer nuestra necesidad de Él es el primer paso para recibir esa gracia. No es por nuestras obras, sino por Su sacrificio en la cruz, que hoy podemos ser llamados hijos de Dios.

En el camino de la fe, la humillación y la confianza en Dios nos abren el acceso a Su gloria. Esto nos lo demuestra también la vida de Abraham, quien esperó pacientemente por la promesa de un hijo, pero cuando Dios le pidió ese hijo en sacrificio, Abraham mostró una fe inquebrantable. Su obediencia a Dios, aun en la prueba más dura, lo estableció como el padre de la fe.